03 abril 2006

Masonería Regular en España

Se dice en algunos ámbitos masónicos de internet de tendencia "liberal" que la Masonería española jamás tuvo relaciones con las “corrientes conservadoras” hasta la creación de una obediencia “conservadora” en 1982. El término “conservadora” aplicado a la Masonería resulta extraño o, cuando menos, ambiguo: la Masonería es, por una parte, esencialmente “progresista” en tanto que siempre ha trabajado por las libertades y los principios democráticos, por la igualdad y los derechos humanos. Por otra, el “conservadurismo” es uno de los pilares de la Masonería, referido al característico mantenimiento de las tradiciones ancestrales en sus ritos y ceremonias.

En realidad, a lo que se refieren en los ámbitos que he mencionado es al mil veces debatido asunto de la regularidad masónica entendida como el mantenimiento de relaciones con las obediencias anglosajonas y, en particular, con la Gran Logia Unida de Inglaterra. La obediencia "conservadora" fundada en España en 1982 mencionada es la Gran Logia de España. Al hablar de “corrientes conservadoras” se tiene además en mente, por un simple criterio de complementariedad, la existencia de una “corriente progresista”, encarnada en el Gran Oriente de Francia y las obediencias que mantienen relaciones con él. La diferencia clave, aunque no la única, entre una y otra corriente (independientemente del nombre que se le quiera dar) es que la primera (la regular, “conservadora” o con relaciones con las grandes obediencias anglosajonas) pone como requisito esencial a sus miembros y a sus logias el reconocimiento del Ser Supremo, como principio no dogmático y la segunda (la “irregular”, liberal, "adogmática" o “progresista”) no, admitiendo ateos en su seno. Independientemente del hecho de que el término “Masonería conservadora” nos parezca o no acertado y admitiéndolo momentáneamente en los términos explicados, veamos que la afirmación “la Masonería española jamás tuvo relaciones con las corrientes conservadoras” no es cierta.

En primer lugar, la Masonería moderna o especulativa nace en España mediante la fundación de la logia Matritense en 1728, en Madrid, bajo los auspicios de la Gran Logia de Inglaterra. Su fundador, el Duque de Wharton, había sido Gran Maestro de esta obediencia en 1722 y circunstancialmente, pocos años después fundó la Gran Logia de Francia. Se trataba de Masonería anglosajona. De hecho, quizá no debamos tener en cuenta este episodio porque, además de puntual, la logia Matritense estuvo formada sólo por británicos. Podemos incluso pasar por alto los siguientes episodios puntuales que hubo y la época en que, bajo la presidencia del rey Jose I Bonaparte, se crearon varias logias en España, unas bajo el Gran Oriente de Francia y otras bajo la Gran Logia Nacional de España, que él mismo fundó. Aunque ese fue el primer momento en que existieron logias españolas organizadas bajo una estructura administrativa superior, de ámbito nacional, el asunto terminó rápidamente con la llegada de Fernando VII al trono y la restauración de la Inquisición.

Llegamos a 1868 y, con “La Gloriosa” o gracias a ella, la Masonería puede al fin organizarse de una manera estable en España. Se crean logias por todo el territorio nacional y se establecen varias obediencias importantes. Hasta 1889 coexisten en España tres obediencias principales: el Gran Oriente Nacional de España, el Gran Oriente de España y el Gran Oriente Lusitano o Gran Oriente Lusitano Unido, como se denominó desde 1869. Éste llegó a contar con más de 50 logias en España, un número similar al de las que tenía en Portugal. El Gran Oriente Lusitano Unido obtuvo reconocimiento por parte de la Gran Logia Unida de Inglaterra en 1871 como la única obediencia regular en la Península Ibérica. Lo mismo hicieron la generalidad de las Grandes Logias de los Estados Unidos y las demás obediencias de todo el mundo que mantenían relaciones con ellas. Además, el Gran Oriente Lusitano Unido rompió en 1876 las relaciones que previamente mantenía con el Gran Oriente de Francia. En 1877 esta obediencia elimina la necesidad de la aceptación del Ser Supremo lo que origina el cisma de la Masonería. Es decir, una buena parte de las logias españolas eran de la “corriente conservadora” a la que se refieren en los mencionados foros. No cabe decir que eran portuguesas o que la obediencia a la que estaban adscritas era portuguesa porque dicha obediencia tenía vocación ibérica y, como hemos dicho, así lo reconocían las obediencias con las que mantenía relaciones. Ello con independencia de que el criterio nos parezca o no adecuado, puesto que de lo que estamos hablando aquí es de la relación con la “corriente conservadora” de las logias españolas.

Cuando la Masonería española se organizó, muchas logias del Gran Oriente Lusitano Unido empezaron a migrar, sobre todo, hacia el Gran Oriente de España. En aquella época era frecuente (y ese era el caso de las tres obediencias principales de que estamos hablando en España y Portugal) que un Gran Oriente incluyera en su seno dos estructuras: una Gran Logia y un Supremo Consejo. La primera se ocupaba de los grados simbólicos (hasta el tercero, de maestro masón) y la segunda de los superiores (del cuarto al 33º en el caso del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que es el que nos ocupa). Era frecuente que la misma persona presidiera ambas estructuras, siendo también presidente del Gran Oriente. No era así en los países anglosajones, donde los Supremos Consejos eran estructuras separadas, tal como ocurre ahora también en España. En 1875 se realizó un "Convento Universal del Supremos Consejos del Rito Escocés Antiguo y Aceptado" en Lausana en el que participaron la generalidad de los Supremos Consejos para constituir la regularidad del rito. Nótese, en este sentido, que el término "regularidad" no es aplicable sólo al contexto del reconocimiento de la Gran Logia Unida de Inglaterra. Se realizó una constitución que sigue siendo la referencia mundial para los Supremos Consejos del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. España, aún muy inmadura masónicamente, no estuvo presente. Sin embargo, el Gran Oriente de España, a través de su Supremo Consejo, obtuvo en 1881 el reconocimiento del Supremo Consejo de la Conferencia Sur de Estados Unidos, el más importante del mundo en aquel momento, con el famoso Albert Pike, 33º, a la cabeza, como única potencia regular de España. Acto seguido fue reconocido por todos los Supremos Consejos que intervinieron en Lausana. Estamos hablando de los Supremos Consejos. Aquí no está la Gran Logia Unida de Inglaterra (“paradigma de la masonería conservadora” según algunos). Pero todos estos Supremos Consejos mantenían relaciones con ella y con las Grandes Logias de Estados Unidos. Estamos hablando, por tanto, de la mencionada “corriente conservadora”.

En 1889 nace el Gran Oriente Español, aglutinando a casi todas las logias y cuerpos superiores del Gran Oriente de España y del Gran Oriente Nacional de España. El Gran Oriente Español mantuvo relaciones con el Gran Oriente de Francia (“corriente progresista”). Sin embargo, su Supremo Consejo siguió relacionándose con los “conservadores”. Lo vemos en la nómina del Convento de Washington de 1912 y así siguió hasta los lamentables acontecimientos que, en 1936, acabaron con la Masonería y con otras muchas cosas en España, al menos por un tiempo.

La Masonería vuelve a España en 1978. En 1982 se crea la Gran Logia de España con el reconocimiento de la Gran Logia Unida de Inglaterra, la Gran Logia Nacional Francesa, las Grandes Logias de Estados Unidos y las Grandes Logias regulares de México y de los países sudamericanos. “Corriente conservadora” de nuevo, unida, salvo algún breve período, al tradicional Supremo Consejo que mantiene y ha mantenido siempre relaciones con los Supremos Consejos regulares emanados del Convento de Lausana. En 2001, el Gran Oriente Español, la obediencia tradicional, con más de un siglo de vida, se une a la Gran Logia de España.

En resumen, no es nuestra intención sugerir en estas líneas una supremacía de unas corrientes masónicas frente a otras. Pero sí hemos querido poner de manifiesto, aportando algunos datos, que es falsa la afirmación de que la Masonería española nunca, hasta 1982, se relacionó con las “corrientes conservadoras”. No queremos terminar sin insistir, una vez más, en que semejante término es, en todo caso, muy inadecuado para referirse a la institución masónica y que es preferible llamar a las cosas por su nombre y usar el término Masonería Regular para referirse a la tradición de las Constituciones de Anderson de 1723 y, como hemos mencionado aquí, del Convento de Lausana de 1875.