El templo masónico histórico de Santa Cruz trae tela. Es curioso cómo un edificio como éste, pasa de la más absoluta indiferencia hacia él por parte de autoridades y medios a convertirse en una especie de avispero de pugnas y vanidades, en un escenario que más parece albergar un concurso de sandeces que un debate histórico, artístico, social y cultural. Ayuntamiento de Santa Cruz, arquitecto municipal, Gobierno de Canarias, representantes de la moderna logia Añaza 33 y otros más que no menciono entran y salen del escenario para representar sus pequeños o grandes papeles.
Papel destacado es, desde luego, el del Ayuntamiento de Santa Cruz que, en ocho años, no ha dedicado un sólo euro, no ya a la restauración del edificio, sino ni siquiera a reparar los desperfectos que el paso del tiempo ha ido ocasionando. O el del Gobierno de Canarias, sin duda, que ha sido el encargado de retrasar la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) del templo para posibilitar la construcción del edificio de siete plantas que se ha levantado a su costado. Es curioso que dicha declaración se solicitara en 2004 (a iniciativa de un grupo de masones) pero no se concediera hasta 2008, justo después de que el edificio vecino fuera finalizado. Curioso porque la declaración de BIC limita automáticamente la construcción en los flancos del edificio.
Papel principal es también, claro está, el del arquitecto municipal, Sr. Delgado, convertido de pronto en experto en simbolismo, esoterismo e historia de la masonería. Como mínimo de preocupantes cabría calificar muchas de sus declaraciones en relación con sus proyectos de restauración. Cosas que se han leído en la prensa, como que en Canarias no hay masones pero que él lo resolvió con un viaje a Francia, donde le informaron convenientemente de cómo son los templos masónicos. Detalles aparte, parece ignorar el arquitecto que restaurar un templo masónico español siguiendo el ejemplo de los franceses es como restaurar una iglesia católica siguiendo la estética y pautas de una ortodoxa. Llegó a solicitar la nulidad de la declaración de Bien de Interés Cultural alegando, entre otras cosas, que el número de columnas de su interior era incorrecto. Fenomenal: en un sólo viaje a Francia desveló la ignorancia de los diseñadores del simbolismo del Templo de la calle San Lucas. No se le ocurrió pensar que era él el que estaba interpretando mal lo que le habían contado. Memorable.
Pero, de todos, la estrella que brilla con luz propia en el escenario de San Lucas es el experto masonólogo local, Profesor de Paz. No es que su papel sea más importante o gracioso que los del resto de los personajes del sainete. Es que, por su innegable prestigio como historiador (dicho sea sin ironía de ningún tipo), muchos de los comentarios que son frecuentes en su mensaje cuando habla de masonería, medias verdades, falsedades, cuando no positivas barbaridades, resultan difíciles de comprender.
Pero, ¿por qué digo esto? Para muestra un botón: usemos como referencia lo que publica el diario La Opinión de Tenerife el día 26 de julio, en un artículo de Victoria Cabrera, que entrevista al Profesor de Paz. Dice allí, entre otras cosas:
La primitiva Logia Añaza, es la que se conoce como número 1 y 270. Estuvo vinculada a la Gran Logia Simbólica Española de Barcelona, cuya heredera es la Gran Logia Simbólica actual, explica el profesor y masonólogo Manuel de Paz [...] La Logia Añaza 33 pertenece, según De Paz, a una obediencia que no tenía presencia en España hasta la llegada de la democracia. Según este historiador, no tiene nada que ver con la originaria Añaza y, en su opinión, eligió ese nombre para vindicar su relación con el templo masónico.
Hagamos un breve análisis crítico. La nueva logia Añaza 33 inició su andadura a principios de los años 90 del siglo XX en el seno de la Gran Logia de España, fundada, a su vez, en 1982 y que, efectivamente, no existía a principios del siglo XX. El motivo de elegir ese nombre no fue el de reivindicar derechos sobre el edificio histórico como asegura del Profesor de Paz. Para cualquier persona mínimamente informada (desde luego, el Profesor de Paz lo es) debiera ser claro que una asociación no adquiere derechos inmobiliarios por ponerse uno u otro nombre, sino por aportar documentos válidos de propiedad. Habiendo sido el templo histórico requisado y la sociedad (privada) que lo construyó prohibida, los únicos que podrían reclamar posesión sobre el edificio serían los herederos legales de los integrantes de aquella sociedad civil. Por otra parte, hay muchas logias en España que han utilizado el mismo criterio que Añaza de elegir como nombre el de una logia histórica. Por ejemplo, sin ir más lejos en Canarias tenemos, entre otras, las logias Andamana, Afortunada, Atlántida, Abora, Teide, Tenerife y Nueva Era, las tres últimas en Tenerife. Ninguna ha elegido su nombre con otra intención que rendir homenaje a los antecesores masónicos y, como Añaza, ninguna tiene relación administrativa o de continuidad con las antiguas logias que llevaron ese nombre.
Siguiendo con Añaza, en 1995 se produjo una escisión en su seno, por lo que se dividió en dos Añazas. Una parte siguió siendo Añaza 33 y se mantuvo en el seno de la Gran Logia de España. La otra creó, junto con otra logia en Gran Canaria una nueva Obediencia masónica: la Gran Logia de Canarias. Esta Añaza lleva el número 1 de esta institución. En los años 20 y 30 del pasado siglo existió una Obediencia con ese mismo nombre: “Gran Logia de Canarias”. De ello hablaremos un poco más adelante.
Centrémonos ahora en la histórica Añaza. Al fundarse, en 1895, se integró en el Gran Oriente Ibérico (en el que tuvo el número 125); después, en 1903, pasó a formar parte del Gran Oriente Español, donde estuvo casi todo el tiempo hasta su forzada disolución en 1936. En esta obediencia tuvo el número 270. En 1923, debido a una divergencia de pareceres sobre la estructura federal impulsada desde el Gran Oriente Español, la logia Añaza fundó, junto a otras logias canarias, la Gran Logia de Canarias, en la que tuvo el número 1. A efectos de relaciones internacionales, esta Gran Logia de Canarias se adscribió a la Gran Logia Española, heredera, a su vez, de la Gran Logia Simbólica Catalano-Balear, con sede en Barcelona. Todo este proceso causó disidencias y escisiones dentro de la propia Añaza, que, en 1931, volvió a la obediencia del Gran Oriente Español, de nuevo con el número 270, y allí se mantuvo hasta su disolución en 1936. Un pequeño grupo de hermanos continuaron bajo los auspicios de la Gran Logia de Canarias, con Añaza 1. Pero esta logia fue declarada “ilegal” y expulsada del templo de la calle San Lucas. O sea que, en resumen, no es del todo cierto lo que dice el Profesor de Paz de que la logia Añaza histórica formara parte de la Gran Logia Simbólica Española (que, por otra parte, no se llamaba así, sino “Gran Logia Española” a secas). Más bien, es bastante incierto. Además, ninguna de las dos Añazas actuales, ni la 33 de la Gran Logia de España, ni la 1 de la Gran Logia de Canarias, tienen nada que ver con la histórica Añaza, más allá de la coincidencia de nombre. Por otra parte, de un modo similar, la actual Gran Logia Simbólica Española es una institución reciente, fundada en 1980 y cuya única conexión con la antigua Gran Logia Española es la similitud de nombre.
¿Quién tiene, entonces, los derechos sobre el templo masónico histórico? Pues, evidentemente el Ayuntamiento de Santa Cruz. Desde luego, ninguna de las logias mencionadas. Tampoco, legalmente hablando, las actuales obediencias. En todo caso, queriendo buscar una institución masónica a la que asignarle algún derecho, tal sería el Gran Oriente Español, que se mantuvo formalmente activo en el exilio y que retornó a España tras la legalización de la masonería en 1978. El Gran Oriente Español terminó siendo una estructura meramente formal y se fusionó con la Gran Logia de España en 2004. Pero también es cierto que una parte de los miembros disidentes del Gran Oriente Español fundaron en 1979 un “Gran Oriente Español Unido” que terminó integrándose en la actual Gran Logia Simbólica Española. Por la conexión, por esta vía, con el propio Gran Oriente Español, podrían también ellos aducir algún derecho sobre el preciado Templo. En realidad, todos estos derechos son de tipo sentimental y ésos pueden legítimamente reclamarlos todos los masones, hombres y mujeres, que se consideren herederos de aquéllos que nos precedieron.
Pero volvamos al sainete y veamos alguna otra barbaridad. Por ejemplo, pone la periodista Victoria Cabrera en boca del Profesor de Paz que:
El experto añade que entre los masones que no pertenecen a esa obediencia, la Añaza 33 tiene mala fama. Asegura De Paz, que están controladas por masones británicos o que siguen ese rito y que en ellas no tienen cabida las mujeres.
Hilarante. La masonería es un fenómeno internacional, por lo que las logias no excluyen a nadie por su nacionalidad. Pero la logia Añaza 33 tiene muy pocos, o ninguno, hermanos británicos en su seno. Tampoco sigue un “rito británico”. Al menos, no más que la inmensa mayoría de las logias de habla hispana de todo el mundo, que suelen utilizar el Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Este rito, a pesar de que su nombre parece indicar que es “británico”, tiene su origen real en Francia. De hecho, no existe nada que se llame “rito británico” siendo los ritos de York y de Emulación, los que suelen utilizar las logias de cultura anglosajona. En Canarias hay logias que practican el segundo de estos ritos y hay algunas formadas mayoritariamente por masones de origen anglosajón. En concreto, cuatro de las 15 logias canarias integradas en la Gran Logia de España.
El asunto de la mujer en la masonería es otro tema sobre el que el Profesor de Paz acostumbra a hacer argumentos triviales. Pero, en este caso, la autora del artículo va más allá y añade:
Pedro Álvarez Lázaro, en un artículo publicado en la revista Masonería y Culturas en el que aborda el tema de la mujer y la masonería, explica que, en general, la masonería de tendencia anglosajona no admite a la mujer en la orden [...] y añade que amplios sectores masónicos añadieron razones de carácter extramasónico como que física, psíquicamente e intelectualmente la mujer es inferior al hombre; que nunca podría desprenderse de las ataduras atávicas, religiosas y místicas, que es frívola, vengativa, impulsiva e inconstante o que es incapaz de guardar secreto y observar la ley del silencio masónico.
El Profesor Álvarez es también un prestigioso historiador de la Masonería. Lo que pasa es que, tal como explica en su artículo, el texto procede, a su vez, de los argumentos del sector más retrógrado de la Masonería de 1860, lo que lo coloca claramente fuera del contexto actual. Es, ciertamente, una insultante barbaridad la insinuación de que la actual masonería no admita mujeres aduciendo una “incapacidad intelectual” u otras manifiestas tonterías como las que se mencionan en el párrafo de referencia. El motivo principal para la consideración del género en la masonería actual se debe a que su fundamento es la fraternidad y a que el género influye en cómo se establece la relación fraternal. Esto a cualquier no masón le puede parece poco importante. Pero las mínimas normas de educación establecen un respeto hacia los demás que, según parece, algunos consideran innecesario cuando de Masonería se trata. Es también objetivamente falso que, como dice el Profesor de Paz, sea la “masonería de tendencia anglosajona” la que no admite mujeres, puesto que ése es el caso de la inmensa mayoría de las logias, incluidas las de Latino América, Francia, Italia o Alemania, además, ciertamente, de las de los países de ascendencia anglosajona. Desde luego, esto de ninguna manera puede querer decir que la mujer no pueda ser masona, como de hecho lo es, formando parte de instituciones mixtas o que admiten sólo mujeres.
En resumen, lo que quizá sería deseable al margen (o incluso dentro) de este teatrillo de las vanidades y los despropósitos es que, finalmente, con dinero tinerfeño o nacional, con un arquitecto u otro, con unos u otros masones como asesores, con el Profesor de Paz o sin él, el Templo se restaure y que se ofrezca para el uso de la ciudadanía. Pero que se restaure como templo masónico, precisamente como testimonio de lo bueno que esta institución tenga y en honor de los valores de libertad, igualdad y fraternidad que propugna.
Jano